¿Qué son funciones cognitivas?

Denominamos funciones cognitivas al conjunto de procesos mentales que nos permiten responder a las demandas del ambiente, tanto interno como externo. Es decir, son las
herramientas que nuestro cerebro tiene para procesar la información que se le presenta por cualquier canal (auditivo, visual, olfativo, etc.), pero también toda la estimulación que proviene de nosotros mismos, como los pensamientos o las emociones. Gracias a las funciones
cognitivas, podemos ser protagonistas de nuestra propia conducta, ya sea en la interacción con los demás, seleccionando la información que consideramos relevante, realizando las tareas de nuestro día a día con un orden lógico o poder recordar qué he estado haciendo el día de ayer, el año pasado o cuando era niño. Básicamente, es todo aquello que nos ayuda o nos permite
desenvolvernos en el mundo.

Tipos de funciones cognitivas

Las funciones cognitivas más importantes son la orientación, la atención, la memoria, el lenguaje, las funciones ejecutivas, las gnosias y las praxias, así como la cognición social.
Cuando tenemos a una persona con deterioro cognitivo, por ejemplo provocado por una posible o probable enfermedad tipo Alzheimer, una de las primeras cosas que nos llama la atención es
la dificultad que tiene para generar nuevos recuerdos. Esto se evidencia en esa persona en
forma de repetición (preguntarnos qué hora es, si ha tomado la pastilla o quien es esa persona, por ejemplo). Poco a poco, van olvidando vivencias que han tenido, desde la más reciente a la más antigua. Es por esto que puede llegar un momento en que no reconozca la casa en la que vive y haga referencia a “irse a su casa” considerando como tal aquella en la que vivía en su
infancia.

En este sentido, la memoria es uno de los procesos cognitivos más relevantes y también uno de los más complejos. Se pueden realizar muchas divisiones de los mismos, pero nos centraremos en las teorías de R. Atkinson y R. Shiffrin, que nos hablan de los diferentes almacenes que atraviesa la información. Así pues, el primer paso sería la memoria sensorial. Dura unos pocos segundos y dirime, entre todos los estímulos sensoriales que percibe, los que son relevantes de los que no lo son. Puede confundirse con la capacidad atencional. Después contaríamos con la memoria de trabajo u operativa. En ocasiones puede denominarse a corto plazo. Esta memoria dura algo más, aunque es limitada tanto en espacio como en tiempo. Es la que nos permite retener por ejemplo unos dígitos y manipularlos para repetirlos en orden inverso,
retener un numero de teléfono hasta que lo marcamos o retener una información el tiempo suficiente como para transmitirse la a otra persona que está en otra habitación.
La memoria a largo plazo se puede dividir entre la explícita o declarativa y la implícita o procedimental. En cuanto a la primera, contamos con la episódica para recordar acontecimientos vitales y con la semántica para recordar datos de carácter general, como la capital de un país, por ejemplo. La memoria procedimental es ese tipo de memoria que
almacena procedimientos: atarme los cordones, conducir, montar en bici o nadar. Son acciones que no necesitan que les prestemos atención consciente.

Conclusiones

Como vemos, la memoria es un proceso muy complejo compuesto de muchos subprocesos. La necesitamos, como al resto de funciones cognitivas para poder desenvolvernos con éxito en el mundo que nos rodea.

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